martes, 20 de marzo de 2018

Razón

> Por Biciman.©   

La razón es la flor más rara: sólo crece en el argumento destruido. Si todos tienen la verdad, el que juzga decide por instruido: si las instrucciones son heredadas o cómodamente legibles o fácilmente manipuladas, el resultado de su acción es redundante con su vapuleado instinto: decide por omisión (se abstiene) o decide lo que ya estaba decidido. Entonces la verdad es una metáfora, lo sólido no es tan sólido si no se toca, las pruebas no aprueban si no importan, y la realidad es imperturbable, aún si es dañina para sí mismo y su entorno íntimo. No alcanzan los números, las batallas, los huesos, ni la historia de todos los muertos para alumbrar la razón de cualquier vida: vivir mejor, o a veces seguir viviendo. Y todo argumento es ladrido y todo vecino es un perro. Pero un perro no desestima su experiencia: no todo humano es bueno, no todo humano es malo. ¿De qué depende? De cómo lo traten, ni más ni menos. La razón humana es rara: necesita la destrucción del fundamento para saber del error y probar de nuevo. Sólo en la crisis aflora la empatía, la conexión con la verdad del otro que es igual a la mía y que es siempre la misma: no todo vecino es bueno, no todo vecino es malo. Y si saber eso depende de lo instruido, y lo instruido es siempre lo mismo, hay una forma de variar el ciclo: volver al instinto, dejar la manada, aprender solo el camino. Y rehacer la verdad, gritar el argumento y decidir el destino, sin destruir nada, porque destruir la razón, la flor millonariamente única de todo pensamiento, es, inequívocamente, destruirse a sí mismo.

1 comentario:

Ferrollinga dijo...

La razón humana como conquista de nuestro ser. Un trofeo que sólo podemos asir un instante, al siguiente se deshace en nuestros dedos mientras contemplamos los granos de arena que se desparraman en el piso...